tras de la luna menguante, se va esa trenza, que si muestra la espalda -esos hombros desnudos de mentiras- regala su mirada y su sonrisa, y concierta otra cita.
Vale lo que se siente, las cosquillas, los inconfesables arrumacos, privados; privados de cordura.
Adoro la sensatez de tus versos ardientes, que son mañanas regadas por la ducha de tus sonetos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario