se construyen castillos que,
como todos,
quieren ser inexpuganbles,
o al menos resistentes.
En la lengua, en las palabras, se crece la razón de la existencia.
La justicia que no se "ajusta" a la realidad, es vana, falsa.
El lenguaje peregrino, disfrazado leguleyo, donde el pan es "flux", y el vino "frolo" -cita tomada de Antonio
Fraguas- es delictivo.
Se llama prevaricación a actuar desde el poder a sabiendas de que se comete injusticia.
Somos testigos, a menudo, de ello.
Y es lástima que, por cuestión de forma, por no saber decir, se nos hurte lo evidente.
Es menester trocar los leguleyos gremios, en algo comprensible.
Acordar a qué se llama pan. A qué justicia.
Ayudará a sobrevivir a la parte de la especie que se encuentra amenazada de extinción.
Abajo los castillos edificados en islas paradisíacas, defendidos por palabras incomprensibles.
Arriba las palabras, llanas y comprensibles, que no llaman a engaño.
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